viernes, 20 de octubre de 2017

A mi espalda
ahora solo estoy yo
pero entre las dos
se vislumbra un hueco
sin rencor ni odio,
un corazón
que ante una mirada
de amor siempre late
fuerte.

Imagen: Autoself


jueves, 12 de octubre de 2017

Yo no sirvo para poner floreros
en la mesa ni coser dobladillos
porque ciertas reglas lo dicten,
no sé cocinar ni recordar
que a las dos cierra la panadería,
no sé estar atenta en una conversación
sobre lo que ha subido el agua,
tampoco hacer planes para echarle migas
a los patos del estanque los domingos.

Yo me fumo los días y escribo poemas,
no quiero relojes ajenos que me recuerden
que llego tarde a mi propia vida,
voy manteniendo el equilibrio
entre el arranque de ira y la paciencia
en el atasco que conduce al hastío
de ser adulta camino del trabajo.

A mí no me gusta madrugar
me gustan las madrugadas,
me dejo los paraguas en los bares,
me apunto al penúltimo whisky de la noche
mientras dejo fluir mis emociones
y a veces me quedo en punto muerto
en el momento más crítico.

Yo sé estar sola pero también
echar de menos que me recuerden
que se me olvidan las llaves.
No sé mantener la esperanza
ante la certeza de una puerta cerrada
ni sé retener a nadie a mi lado:
los rehenes no me gustan
ni los rompecorazones.

Algunos días mi cabeza es un globo de helio
enganchado en una nube
pero todos los días silbo canciones en el coche
manteniendo el tipo ante las imposturas
consciente del precio de la vida
siendo fundamentalmente mía
dentro de mi desastre.

Imagen: Johan Fournier

miércoles, 11 de octubre de 2017


Como si nada
como sin memoria
con total frialdad
levó el ancla
que le ataba a mi cuello.

Me dejó dos buques hundidos
y el mapa del tesoro flotando
en el agua.

Cuando llegó el naufragio
no supimos de corrientes marinas.
Oyó el canto de las sirenas,
soltó un remo y se rindió.

Lo que no supo es que había
terminado el temporal de tormenta
al encender de nuevo el faro de sus ojos,
que aprendí la lengua de las ballenas
para contarle mundos nuevos al oído.

Lo que no supe yo es que mintió
con sus palabras y sus besos
y el día menos pensado me dejó
al pie del acantilado un barquito
de papel que no flota y zarpó.

Fue un martes cuando me convertí
en isla y empecé a beber agua salada.

Me tragué las preguntas
las lágrimas
perdí las ganas de hablar.

Desde entonces estoy muda.