A mi padre
pienso en ti y desaparecen,
pluma sin pájaro
voz ronca que canta y llora, qué más da.
No me alcanza la lengua para llamarte
y me quiebra el crujido de mi propio peso;
en casa te espero, no llegas
se te cayó la vida a los pies de tu cama.
Este salto de la carne a la nada
- irreversible, sin previo aviso -
sesgó el vuelo en ala rota
y se rompió en el parto la clavícula junio.
Y por eso, ahora, apenas puedo
escribirte nada más que palabras sueltas
como amor, dolor, rabia o siempre.
Menos mal que eres
tú el poema vivo
en medio de tanta muerte.
Imagen: Romina Dughero
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