Como si nada
como sin memoria
con total frialdad
levó el ancla
que le ataba a mi cuello.
Me dejó dos buques hundidos
y el mapa del tesoro flotando
en el agua.
Cuando llegó el naufragio
no supimos de corrientes marinas.
Oyó el canto de las sirenas,
soltó un remo y se rindió.
Lo que no supo es que había
terminado el temporal de tormenta
al encender de nuevo el faro de sus ojos,
que aprendí la lengua de las ballenas
para contarle mundos nuevos al oído.
Lo que no supe yo es que mintió
con sus palabras y sus besos
y el día menos pensado me dejó
al pie del acantilado un barquito
de papel que no flota y zarpó.
Fue un martes cuando me convertí
en isla y empecé a beber agua salada.
Me tragué las preguntas
las lágrimas
perdí las ganas de hablar.
Desde entonces estoy muda.
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