sábado, 27 de mayo de 2017


Se camuflan las estrías
de palabras afiladas
aguantando con elegancia
los fracasos,
resumiendo cualquier historia
a un casi cínico «no pudo ser»,
pulverizando cualquier estigma
de un amor letal
y terminal
con morfina.
Se aplaca la rabia
de la impotencia y su peligro
disimulando no escuchar
el ruido
del motor de un coche
que se aleja,
de una ola que se despide
y se rompe,
de un golpe de nudillos
que esconda lo hipersensible.
Corren tiempos difíciles
para la tristeza,
ya no puede una quedarse
mustia,
abandonarse en un rincón
unos días, unas horas;
no está de moda,
es obligatorio ser feliz
y publicarlo.


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